¿Somos Autómatas?
A veces nos
preguntamos si los seres humanos no seremos un autómata. Según el diccionario, autómata es una máquina que
imita la figura y los movimientos de un ser animado. No obstante, autómata
podemos entenderlo en un sentido más amplio como el concepto de Robot. Los seres humanos, por tanto, podríamos quizás considerarnos como un
robot o algo similar.
Muchos
psicólogos e informáticos se lo han planteado, y han intentado ver sus
similitudes o bien han intentado crear ordenadores o robots basándose en el
funcionamiento del ser humano o en los conocimientos que se tienen del cerebro.
Generalmente se entiende que un robot es un dispositivo mecánico que
está controlado por un programa de ordenador, o un conjunto de
programas. El aspecto físico es secundario: el robot puede parecerse o
no a un ser humano ¿Y qué es un programa? Un programa, o mejor, un algoritmo, es en pocas palabras un procedimiento “mecánico” (es decir, basado en reglas obedecidas ciegamente) que obtiene un determinado resultado en un número finito de pasos.
Es como una receta de cocina, pero en la cual todos los pasos están
perfectamente detallados y no se deja nada a la interpretación del
cocinero. Aunque entre los científicos de la computación no se ha
alcanzado un consenso universal sobre la definición de algoritmo, sí se
admite que un elemento esencial de la definición es que todo algoritmo
debe tener un objetivo bien definido. Un programa no se limita a hacer cosas, sino que las hace con un determinado propósito.
Nuestro
cerebro podría ser un futurista ordenador con distintas unidades físicas
(hardware en lenguaje informático), de procesamiento de información, memoria,
entrada (recibe estímulos, información) y salida (emite respuestas), etc., y
que sigue un complejísimo programa (software en lenguaje informático)
creado y guiado por un código (instrucciones) inscrito en nuestros genes,
el cual se va desarrollando de forma continua poco a poco a lo largo de toda nuestra
existencia, día a día. Al ser muy complejos tendríamos capacidad de aprender de
la información nueva que recibimos del medio exterior, entender el sentido de
la información, hacer ciertas modificaciones de nosotros mismos, y
desarrollar a su vez nuevos programas. Podríamos decir que nuestro cerebro o
mente se programa a diario así mismo y está en permanente cambio.
Una
diferencia entre los ordenadores actuales y el cerebro humano es que el
ordenador tiene la ventaja de ser mucho más rápido en su capacidad de
procesamiento y cálculo y en tener mayor
capacidad de almacenamiento de datos en su memoria. Sin embargo el ordenador no
disfruta de un número de conexiones tan amplio como el cerebro.
El
cerebro humano es mucho más complejo, gracias a las millones de conexiones
neuronales que se producen entre estas neuronas intercambiándose información en
paralelo (muchísimas a la vez), por lo que sus respuestas son mucho más complejas
y puede entender con mayor facilidad el sentido de información compleja. El
cerebro es también mucho más plástico (moldeable) en sus conexiones y de
ahí también su capacidad y complejidad. La información en el cerebro no se
almacena en unidades concretas como en un ordenador (en el mismo cada
información, cada dato está localizada en puntos concretos) sino que está mucho
más distribuida por el cerebro (es difícil saber por ejemplo donde está
localizado un recuerdo en un cerebro, pues por raro que parezca, este no se
encuentra en un lugar específico sino distribuido por una parte amplia del
mismo). Así que un fallo grave en un ordenador en una sola de sus partes tendrá
consecuencias más fatales que en un cerebro que es más moldeable. Claro que en
un futuro algo lejano todo esto podría cambiar a favor del ordenador.
A
un nivel más personal nos podemos plantear si no seremos parecidos a un
autómata, quizás porque hacemos demasiadas cosas sin darnos cuenta y sin
querer (por ejemplo, vamos por la calle y sin darnos cuenta nos golpeamos
involuntariamente con alguien mientras vamos ensimismados pensando en nuestras
cosas, estar en “Babia” como dice una expresión popular). También podemos
pensarlo porque hacemos muchas cosas sin pensar mucho en ellas o sin saber
bien por qué las hacemos (Quién de nosotros no se ha preguntado de vez en
cuando cosas como ¿Qué tendrá esto para que me guste?, ¿Cómo es que estoy
saliendo con esta persona? ¿Por qué cometo siempre el mismo tipo de errores?
¿Por qué estaré hoy de tan mal humor? ¿Por qué hago…? ¿Cómo es que no he
pensado antes que….? etc.).
También
pensamos que parecemos autómatas porque nos comportamos de un modo rutinario
que puede parecer mecánico. Estas rutinas son debidas a que estamos
acostumbrados, habituados o las tenemos ya automatizadas por nuestro
cerebro. Automatizamos muchos comportamientos después de un previo y repetido
aprendizaje consciente, un mecanismo de nuestro cerebro para optimizar recursos
y poder centrarse en otras tareas. Ejemplos claros de automatismos, entre
muchos que se pueden poner, es cambiar de marchas mientras se conduce o
escribir a máquina, algo que hacemos casi sin pensar. Otros automatismos menos
claros son por ejemplo andar o hablar, nos parecen sencillos porque lo
aprendimos de muy niños y hemos olvidado lo que nos costó. Pero hablar y andar
son actividades que requieren una serie de secuencias bastante complejas
(aunque no nos damos ni cuenta de ello).
Debido
a razones como estas podemos por tanto llegar a pensar que no nos diferenciamos
mucho de ese moderno robot de ciencia ficción. Lo que en realidad nos pasa es
que la mayor parte de nuestros procesos mentales son inconscientes.
Determinismo. El argumento en contra de la libertad humana suele ser que, puesto que somos seres materiales, estamos
sometidos a las leyes deterministas de la materia, luego no somos
libres. Desde esta perspectiva mecanicista, el comportamiento de todos
los seres vivos, incluyendo a los humanos, se explicaría mediante las
leyes de la naturaleza y el procesamiento de información en el cerebro,
de modo análogo a lo que ocurre en un ordenador: el comportamiento está
completamente determinado por los estímulos recibidos y su
correspondiente procesamiento neurológico, conforme a programas más o
menos complejos de origen biológico o cultural.
Autodeterminación. Podemos asumir que ser libre implica no estar completamente determinado por algo exterior a uno mismo. Ser verdaderamente libre, en un humano o en un robot, implica por tanto la posibilidad de autodeterminación, es decir, ser dueño de las propias acciones, y por tanto responsable Hay dos tipos de autodeterminación: Autodeterminación hacia un objetivo. En
esta versión, el individuo libre persigue un cierto objetivo, y puede
elegir entre diferentes comportamientos para lograrlo. Pero el objetivo,
como tal, está dado. Autodeterminación del objetivo. En
esta versión, mucho más radical, el individuo libre no solo se
determina a sí mismo hacia un objetivo, sino que también determina por
sí mismo el objetivo: el objetivo no está dado, hay que inventarlo.
¿Cuáles son las diferencias entre un ser humano y un autómata? Los seres humanos tenemos Consciencia y el autómata no. Consciencia se definiría como el conocimiento o sentimiento que un ser tiene de sí mismo y de su entorno, o como el conocimiento que el espíritu humano tiene de su propia existencia, estados o actos y reflexiones. Los seres humanos, por tanto, pensamos conscientemente y el autómata procesa datos. Los seres humanos fundamentalmente Sentimos (dolor, placer, etc.), y por eso tenemos conciencia (al igual que los animales aunque en mayor grado), mientras que el autómata sólo recibe datos. Los seres humanos tenemos emociones y sentimientos (miedo, ira, tristeza, alegría, asco, sorpresa, etc.) y el autómata no (los animales también tienen emociones, más o menos complejas según su desarrollo como especie, aunque al no tener el pensamiento racional que tiene el ser humano éstas son más básicas). Los seres humanos tenemos sentimientos hacia nuestros semejantes como el amor y la compasión y el autómata no. Los seres humanos tenemos moral, incluso más allá de las normas sociales (podemos sentir remordimientos por nuestros actos), pero el autómata no. El autómata analiza datos, ejecuta acciones según un programa, responde a estímulos e incluso podría aprender a realizar otras acciones no programadas, pero los seres humanos podemos también actuar según nuestra voluntad consciente y deseos, motivados por nuestras emociones y sentimientos, y dejarnos llevar por estas. Con estas cualidades conscientes superiores es claro que los seres humanos no podemos considerarnos simples autómatas mecánicos, y es precisamente por eso por lo que nos planteamos si somos seres libres o con libre albedrío.
¿Y si un autómata o robot llegara algún día a tener esas
cualidades humanas? Pues dejaría de ser un autómata y se convertiría en algo muy distinto.
En ese futuro de película de ciencia ficción deberíamos darle otro nombre a
este nuevo ser. Pero no sería deseable que existiese, pues podría revelarse
contra sus creadores, exigir sus derechos y crearnos un posible dilema moral.
El problema más difícil de resolver es cómo un cerebro que es sólo materia
puede provocar algo inmaterial como la consciencia y hacer que sintamos. Este
problema casi filosófico es un rompecabezas para los neurocientíficos y a la
que difícilmente se le podrá dar una respuesta completamente satisfactoria.
¿Podrá un robot llegar en el futuro a tener también consciencia de si mismo? ¿Podríamos pues considerar a un
robot con consciencia como un ser libre o con libre albedrío tal y como los
seres humanos pensamos de nosotros mismos? ¿Pero realmente lo somos?
¿Somos
libres, tenemos Libre albedrío?
El
libre albedrío no se refiere a si tenemos libertad política o a si la sociedad
o los demás nos dejan hacer lo que nosotros queramos o nos dé la gana. El libre
albedrío o libre elección es la creencia de aquellas doctrinas
filosóficas que sostienen que los humanos tenemos el poder de elegir y tomar nuestras propias decisiones sin estar
determinados por eventos previos y/o el azar. Para empezar, para que
hubiera libre albedrío tendría que haber distintas posibilidades y por tanto
tuviéramos más de una opción o bien elegir entre hacer o no hacer algo.
¿Pero de verdad somos
libres? Nuestro cerebro experimenta de manera muy clara la vivencia subjetiva de un “yo” que habita en nuestro cuerpo y que elige la conducta que ha de ejecutar
en cada momento (observemos, para entenderlo mejor, que siempre que hablamos de
nosotros mismos decimos, yo soy, yo pienso, yo quiero, yo deseo, yo siento, yo
decido, yo digo, yo hago, etc.). Esta
experiencia se acompaña de la sensación de agencia (Teoría del agente o
agencia), es decir nos hace sentir como los causantes de nuestros
comportamientos.
Percibimos
por tanto que cada una de estas decisiones de nuestro “yo” no está causada por
ningún acontecimiento físico previo que lo provoque, es decir, carece de causa
alguna. Sin embargo es difícil aceptar
que nuestra conducta no tiene ninguna causa que la provoque, o que la causa es
un extraño ente inmaterial que influye sobre nuestros procesos cerebrales y nos
hace elegir y ser seres libres.
En la historia de la
religión y la filosofía ha existido la Teoría del Dualismo mente-cuerpo, es decir como si ambos fueran entidades
independientes. A los seres humanos nos cuesta admitir sin embargo que la
mente es el resultado de procesos cerebrales. Pero actualmente gracias a
los conocimientos del cerebro y la neuropsicología tenemos evidencia de que es
así.
¿Por qué nos
comportamos de una determinada forma y no de otra? ¿Es producto del azar? ¿Somos
títeres o marionetas? ¿Estamos condicionados o determinados plenamente por
nuestras circunstancias presentes y pasadas?
El
determinismo es una doctrina filosófica que sostiene que todo
acontecimiento físico, incluyendo nuestro pensamiento y acciones, están
causalmente determinados por una irrompible e infinita o casi interminable cadena
de causas-consecuencias. Es decir, un determinado hecho, pensamiento o
acción estaría determinado por una causa o causas anteriores (tanto internas
como externas a nosotros mismos), estas a su vez por otras, estas otras a su
vez por otras y así podría seguir hasta el infinito o hasta el principio del universo. Los seres
humanos estaríamos determinados por las mismas Leyes físicas del resto de la
Naturaleza y motivados por nuestras necesidades.
Según
el determinismo fuerte no estaríamos influidos por sucesos genuinamente
aleatorios o azarosos, y en general nuestro futuro es potencialmente predecible
a partir del presente. Si yo supiese cómo están dispuestas todas las piezas del
mundo ahora y conociera exhaustivamente todas las leyes físicas, podría
describir sin error cuánto va a ocurrir en el mundo dentro de un minuto o
dentro de cien años o los que fuera.
El
determinismo débil sostiene que es la probabilidad de que ocurra algo lo
que está determinado por los hechos presentes y si podríamos estar influidos
por sucesos aleatorios e impredecibles.
La Física cuántica ha demostrado que a nivel microscópico ciertos eventos ocurren de forma aleatoria (al azar) y no de forma determinista y no son predecibles, tan sólo probables (principio de incertidumbre de Heisenberg). No obstante que haya sucesos indeterminados debidos al azar no implica en ningún modo que haya libre albedrío, ya que el libre albedrío supondría que fuésemos nosotros mismos y no el azar quien escogiera. Decir que el azar implica libertad, es equivalente a tirar unos dados para tomar una decisión y decir que la conducta que hemos tomado como consecuencia del resultado de los dados es libre.
La ciencia y la psicología en particular demuestran que nuestro comportamiento está condicionado tanto por nuestra herencia genética como por nuestras circunstancias ambientales y las experiencias vividas. Sin embargo no somos conscientes de todo este condicionamiento, ya que actúa en gran parte a nivel inconsciente de nuestro cerebro.
No obstante no hay que confundir el Determinismo con el Destino o predestinación. El determinismo se refiere a que todo está causado necesariamente por las Leyes de la naturaleza, pero no hay nada "escrito" de antemano ni nada sobrenatural. El destino en cambio es el poder sobrenatural inevitable e ineludible que, según se cree, guía la vida humana y la de cualquier ser a un fin no escogido, de forma necesaria y fatal, en forma opuesta a la del libre albedrío o libertad. El destino es algo "escrito" de antemano por un ser superior o fuerza misteriosa. El concepto de Destino es común a muchas creencias religiosas o a supersticiones como la videncia o la astrología.
¿Pero
existe entonces el libre albedrío? Depende de lo que entendamos por tal. Un ser
humano adulto, inteligente y en pleno uso de sus facultades mentales puede
considerarse en principio un ser libre, ya que podría comportarse
libremente. Sería así porque podemos elegir o decidir dentro de
nuestras limitaciones (físicas, psicológicas, legales, económicas,
impuestas por la sociedad o los otros, etc.) lo que queremos hacer, según
nuestra Voluntad y Deseos.
Voluntad
es la facultad de decidir y ordenar la propia conducta (o dicho de otra
forma, lo que yo no hubiera hecho si no hubiera querido hacerlo). La voluntad se
expresa de forma consciente en el ser humano y en otros animales para
realizar algo con intención de un resultado. No obstante hay que
aclarar que, a diferencia de los seres humanos adultos, las intenciones tanto
de los animales como de los bebes humanos obedecen sólo a sus
instintos y emociones básicas. Por tanto los seres humanos adultos podemos
considerarnos responsables de nuestros actos voluntarios en mayor o menor
grado.
Ejemplos
de voluntad: Yo puedo decidir voluntaria y conscientemente coger un
plátano que está sobre la mesa con la intención de saciar mi apetito, por tanto
ordeno a mi brazo y mano que se muevan hacia el objetivo (el plátano). Esto
también podría hacerlo igual un mono por ejemplo, entre otras especies
animales. Incluso el mono o primate, al ser más inteligente que otros animales,
podría fabricarse una rudimentaria herramienta o desarrollar cierta estrategia
para hacer otros comportamientos similares. Los monos pueden entender ciertos gráficos
sencillos que les muestran los científicos que investigan el comportamiento del
mundo animal, y al verlos realizar ciertas acciones básicas que tales
investigadores les han enseñado. También pueden realizar comportamientos que
requieren cierta lógica elemental o incluso tener cierto nivel de autoconsciencia ya que son capaces de reconocerse ante el espejo. Todo esto ha sido observado por los que
estudian el comportamiento animal.
También
yo podría decidir voluntariamente y conscientemente interrumpir mis vacaciones
veraniegas, ya que me han surgido responsabilidades familiares a la vez que
compromisos laborales no previstos. Esto me obliga a elegir entre distintas
opciones complejas que afectan a mi vida, tener en cuenta no sólo la
satisfacción de mis necesidades inmediatas, pensar también en las necesidades
de otras personas, prever un futuro a largo plazo, discutir argumentos con
otras personas, sentir remordimientos si con mi decisión he hecho daño a
alguien, valorar mis sentimientos hacia otras personas, etc. Esto es algo que
un mono con su voluntad no podría plantearse.
Los
seres humanos nos diferenciamos básicamente de otras especies animales en
nuestra capacidad e interés para el pensamiento simbólico o lenguaje
abstracto, es decir más allá de los objetos materiales que
observamos en nuestro medio ambiente. Los animales, a diferencia de nosotros,
no son capaces de distanciarse de lo que forman las necesidades de su especie y
a la satisfacción de sus instintos para sobrevivir y reproducirse. Los
humanos tenemos también interés personal o motivación por el hecho de saber
cosas más allá de una simple recompensa. A medida que nos hacemos más adultos,
maduros e inteligentes nuestra capacidad de abstracción va aumentando, nuestros
intereses e inquietudes personales o intelectuales se amplían y nuestras
decisiones son más complejas.
El compatibilismo,
punto de vista intermedio entre el libertarismo y el determinismo, sostiene que
el libre albedrío surge en un universo determinista de una causa interior. Esta
causa interior serían los pensamientos, las creencias y los deseos del que
elige, salvo que esté impedido por alguna fuerza externa o interna.
Es
cierto que se puede objetar que podemos estar muy limitados por las
circunstancias, y que nos pueden impedir comportarnos como quisiéramos o
incluso al contrario de nuestra voluntad. Aún así podríamos seguir
considerándonos libres a pesar de estas limitaciones, ya que nuestra
intención, deseo o voluntad de cómo nos gustaría actuar sí es libre (por ejemplo, deseo, quiero y estoy dispuesto
a ayudar a esta persona pero mis limitaciones físicas, otras obligaciones
personales u otras personas me lo impiden)
A pesar de esto en
algunos estudios muy curiosos como en los realizados por Benjamín
Libet y otros, se sugiere que las
decisiones tomadas por una persona son primero hechas en un universo
inconsciente, y después son traducidas a una “«decisión consciente»”. La
creencia del sujeto de que esto ocurrió bajo su voluntad se debe únicamente a
la visión retrospectiva (hacia atrás) del evento. Por ejemplo la actividad
cerebral inconsciente que llevaba a la decisión consciente de mover su muñeca
comenzaba medio segundo antes de que el sujeto conscientemente decidiera
moverla. Sin embargo los sujetos creían haber tomado la decisión libremente.
Por otro lado, Libet todavía encuentra espacio en su modelo para el libre
albedrío, en la noción del poder del veto: de acuerdo con este modelo, los
impulsos inconscientes que ocasionarán un acto voluble pueden ser suprimidos
por los esfuerzos conscientes del sujeto en los últimos milisegundos.
Sin embargo hemos de
preguntarnos ¿Que es lo que nos ha motivado como seres humanos a desear actuar
de una u otra forma? La Personalidad es el factor decisivo de la
psicología humana. La personalidad se
puede definir como el conjunto de características o rasgos psicológicos que nos
definen y nos hacen diferentes a los demás, además tiende a persistir a lo
largo del tiempo y las situaciones.
Nuestra
conducta es consecuencia tanto de nuestras capacidades físicas o intelectuales
como de nuestra personalidad, carácter o forma de ser, así cada uno de
nosotros actuará de un modo distinto en la misma situación dependiendo de sus
capacidades y su personalidad. Nuestras
capacidades influyen a su vez en nuestra personalidad y a la inversa.
La personalidad es la que a su vez determina
nuestros pensamientos o formas de pensar, sentimientos y emociones, creencias,
deseos, moral, actuaciones, o incluso recapacitar o reconsiderar sobre nuestras
decisiones y cambiarnos a nosotros mismos.
No
obstante nadie decide o elige la personalidad que tiene (ser como
soy), ya que esta es producto tanto de nuestros genes como del ambiente
(los condicionamientos de los que hemos hablado). Nosotros mismos no podemos
elegir la formación de nuestra personalidad
Es un hecho
científico que todos estos condicionantes determinan el desarrollo de
nuestra personalidad, mediante una compleja y continua interacción entre los
factores biológicos y los ambientales.
La
programación de nuestros genes determina nuestra biología y la formación de
nuestro cerebro. El ambiente lo forma nuestro entorno familiar, social y
cultural, la educación recibida, y cómo nos hemos relacionado con los demás y
nos han influido, así como el resto de circunstancias que nos han tocado en la
vida.
Nos
influyen: nuestro sexo y cómo nos educan según este, la personalidad y forma de
educar de nuestros padres, nuestros hermanos y familiares, los centros de
enseñanza donde nos hemos asistido. El barrio, pueblo, clan o tribu donde hemos
vivido, nuestro estatus o posición social, nuestro nivel económico o de nuestro
entorno. Nuestros compañeros y amigos, los grupos donde nos hemos introducido.
Los medios de comunicación, lo que hemos leído. El momento histórico y país
donde hemos nacido o nos ha tocado vivir, la situación socio-económica o
sistema político, las costumbres de la sociedad donde vivimos y sus normas
sociales. La religión o valores que nos han inculcado. Nuestro nivel académico
y nuestras capacidades o dificultades físicas e intelectuales, nuestra
profesión, trabajo y compañeros de trabajo. Cómo hemos disfrutado nuestro
tiempo de ocio y diversión. La relación con nuestras parejas o el otro sexo,
nuestros hijos. Las enfermedades que hemos sufrido, las mayores o menores
dificultades u obstáculos con las que nos hemos encontrado en la vida, y la
forma de afrontarlas según nuestra personalidad.
La
psicología del aprendizaje nos enseña que al enfrentarnos al medio realizamos
un Aprendizaje que nos permite desarrollarnos y adaptarnos al mismo. El
aprendizaje se produce mediante ensayos (aciertos y errores) donde los aciertos
se van reforzando. Desgraciadamente para nosotros a veces se refuerzan
comportamientos que son negativos y nos hacen daño.
Todos estos factores provocan nuestras experiencias vitales que dan lugar a nuestra personalidad.
Por
ejemplo si un niño se comporta mal en clase podría estar condicionado
por muchos factores. Sus padres no le educaron correctamente. Su madre tenía un
trastorno mental que le hacía comportarse extrañamente, su padre era alcohólico
y aficionado al juego. El chico era tímido y con dificultad para relacionarse,
sus compañeros no le aceptaban y tenía pocos amigos. El profesor, según al
menos la opinión del niño, le cogió “manía”, le cuesta concentrarse y con
dificultad para estarse quieto y le han diagnosticado un trastorno de
hiperactividad con déficit de atención. Su inteligencia no llegaba a la media
de su edad. El barrio donde vivía era un barrio marginal con chavales
conflictivos y familias con problemas económicos. Su familia tenía problemas
para llegar a fin de mes. Sus padres discutían constantemente, etc. Cualquiera
de nosotros podría ver que quizás algunas o muchas de estas circunstancias u
otras parecidas coinciden también con las que fueron las suyas o las de alguien
que conoce. Pero quizás nuestras circunstancias fueron muy distintas de las que
aparecen en este ejemplo. Podríamos poner innumerables ejemplos, en realidad
tantos como personas hay, ya que cada persona es un “mundo”.Todas estas
circunstancias que forman parte de nuestro ambiente y de nuestra genética y las
experiencias resultantes que hemos vivido son las que han determinado como
somos ahora, cual es nuestra personalidad y lo que nos pasa en nuestra vida.
Por otro lado nuestro comportamiento es muy voluble, es decir que varía mucho y nos dejamos llevar de un momento a otro según los deseos, apetitos, estados de ánimo o circunstancias del momento. Hoy me apetece comer un tipo de comida y mañana otro. Hoy me apetece ir al cine y mañana al campo. Hoy estaba cabreado o de mal humor y la he pagado con el vecino. Ayer estaba amable y hoy no tanto. Mañana estoy alegre y al otro triste o confundido. Hoy pienso de una forma, tomo una decisión o tengo una opinión y mañana pienso otra cosa o tomo una decisión distinta o contraria. Hoy me he peleado con mi pareja y me siento raro. Mañana me surge un contratiempo, me altero, y no parezco el mismo. Mañana me dan una gran alegría y estoy que me salgo. Hace poco tiempo me caía bien alguien y ahora no lo soporto. Esa película o canción que tanto me gustaba ya no me gusta o no me dice nada, etc. ¡Y no digamos mientras más tiempo pase!
Nuestra personalidad
está en permanente cambio y nunca es la misma, es algo que
se va construyendo a si misma, así que en realidad nunca somos la misma persona
que antes. La psicología evolutiva estudia el desarrollo del individuo y su
personalidad a lo largo de toda su vida desde su nacimiento ¿Nos parecemos
mucho a como éramos de muy niños?
La
evolución estudia el desarrollo del ser humano, su cerebro y su
comportamiento como especie desde nuestros ancestros hasta el hombre moderno
mediante selección natural. El desarrollado cerebro humano nos ha permitido y
permite una gran flexibilidad y variabilidad en nuestras respuestas, las cuales
nos han servido para superar las dificultades, sobrevivir, reproducirnos, y
adaptarnos con gran destreza al medio natural y social.
La psicología evolucionista
intenta explicar características mentales de la especie humana (tales como la
memoria, la percepción, el idioma, y fundamentalmente las emociones) como
adaptaciones al medio.
Los seres humanos al
actuar vamos inventando y transformando el mundo
a la vez que a nosotros mismos. Nuestra especie no está "cerrada" por
el determinismo biológico, sino que permanece "abierta" creándose sin
cesar a sí misma.
Jean-Paul
Sartre, firme defensor del libertarismo, opinaba que los seres
humanos tenemos la capacidad de llegar a transformarnos a nosotros mismos,
cambiar de camino y poder cambiar constantemente lo que queremos llegar a ser. Así que
por tanto estamos condenados a ser libres. Ni siquiera los
obstáculos que impone la realidad impedirían la libertad porque yo podría
revelarme si quiero contra ellos. Hay que entender que esta visión tan radical
de Sartre surge en el contexto cultural de los años 60, la cual fue una época
de grandes transformaciones sociales y donde el valor de la libertad individual
cobró una especial relevancia.
No
creo que nada de lo dicho en el párrafo anterior demuestre el libre albedrío.
Es cierto, como he explicado antes, que los seres humanos tenemos la
capacidad de recapacitar o reconsiderar sobre nuestras decisiones y cambiarnos
a nosotros mismos. Podemos estar descontentos en ser como somos en algunos
aspectos, y por tanto querer cambiar e incluso llegar a conseguirlo.
No
obstante siguiendo la aparentemente complicada argumentación del filósofo
Schopenhauer estos cambios tienen un límite, ya que básicamente nosotros
somos como queremos ser. Es decir no tiene sentido que no queramos ser como
queremos ser, o sea que queramos cambiar algo de nuestra personalidad con lo
que nos sentimos a gusto o nos guste querer ser (ya dijimos además antes que
nosotros no elegimos ser como somos o como queremos ser, es decir nuestra
personalidad).
Si
el desarrollo de nuestra personalidad nos hace ser amables y atentos, querremos
ser amables y atentos y no querremos ser de otra forma contraria. Si mi
personalidad hace que me guste el fútbol querré por tanto que me guste el
fútbol y veré un partido. Por otro lado si me gusta ayudar a otras personas y
hay un incendio que me impide hacerlo por mi miedo o cobardía, posiblemente no
me prestaré esa ayuda tan heroica porque no estaré dispuesto a ser tan
valiente, ya que no lo soy y no querré serlo aunque me guste ayudar. Es decir
siempre habrá un límite de hasta donde puedo querer cambiar algo de mi mismo.
Además
el hecho de que no nos guste algo de nosotros mismos y deseemos cambiarlo es a
su vez algo también determinado por el desarrollo de nuestra personalidad.
Nuestra personalidad, como he explicado antes, tiene la capacidad de
modificarse a si misma y evolucionar con el tiempo, ya que está en permanente
cambio. Pero puesto que ni la formación de nuestra personalidad es algo que
ninguno de nosotros decide por lo antes explicado y porque en el fondo nosotros
básicamente somos como queremos ser, tales argumentos en favor del libre
albedrío no los considero válidos.
Nuestra
personalidad, junto a los condicionantes de la sociedad del momento que nos ha tocado vivir, es la que
determinará nuestro deseo de cambiar o transformar esa sociedad o a
nosotros mismos.
A pesar de lo
explicado, alguno de nosotros para querer demostrar que él si es libre o
tiene libre albedrío podría hacer lo contrario de algo para lo que cree que
está determinado.
Por
ejemplo, si me gusta muchísimo el tenis podría decidir fastidiarme y no ver el
partido de esa tarde, que estoy seguro que no querría perdérmelo, por el simple
hecho de demostrar mi libertad. Pero incluso esta decisión supuestamente
contraria a mis deseos también estaría determinada por causas anteriores (entre
otras haber leído este artículo por ejemplo) y a las características de mi
personalidad especial (por ejemplo mi manía de querer llevar la contraria o la
de querer demostrar ciertas cosas). Y dadas esas circunstancias mi decisión no
habría sido otra que la tomada. Así que querido lector le aconsejo que no haga
esta estúpida prueba y disfrute de su partido favorito.
Por
tanto, resumiendo podemos decir que los seres humanos en principio escogemos
o decidimos libremente lo que deseamos o queremos hacer con nuestra voluntad (al menos aparentemente o hasta cierto punto,
según lo que algunos estudios como los que vimos antes de neuropsicología
apuntaban sobre nuestras decisiones inconscientes) dentro de nuestras limitaciones, pero no
elegimos libremente ser como somos (nuestra personalidad). Y es precisamente esta personalidad que tenemos
la causa que en realidad nos lleva a desear lo que queremos hacer, y por tanto
a comportarnos de un modo u otro.
Ejemplos:
Podemos decidir
libremente ir a un concierto de nuestro grupo favorito, elegir algo del color verde y no otros, o
podemos sentir predilección por un perfume determinado. Pero nunca decidimos
por nosotros mismos tener el gusto por esa música tan en particular o ese color
o ese perfume, simplemente nos gustan. Estas decisiones forman parte de la
formación de nuestra personalidad, y seguramente ni siquiera sabremos bien
porque tenemos esos gustos y no otros.
Otro ejemplo
significativo por estar relacionado con la moral o la ética. Una
persona puede decidir o elegir libre o voluntariamente hacer daño a otras
personas o seres, pero no decide ser una persona "malvada" a la que
le gusta hacer daño o que no llega a sentir remordimientos por sus actos. Esa
maldad es parte de su personalidad y la que a fin de cuentas le llevará en
consecuencia a hacer daño a sus semejantes.
Puesto que ninguno de nosotros decidimos la personalidad que
tenemos que es la que finalmente nos llevará a comportarnos de un determinado
modo, y por las razones explicadas en este artículo, podemos
afirmar que la libertad o libre albedrío en un sentido verdadero o
profundo no existe.
El sentimiento de ser libres no es más que una ilusión de nuestra mente.
Nos consideramos o sentimos libres debido a que tenemos cierto nivel de
conciencia de nosotros mismos y podemos desear cómo queremos actuar o elegir.
Pero al mismo tiempo, al no ser conscientes de todos los procesos mentales que
nos condicionan y se desarrollan en nuestro cerebro nos creamos esa ilusión de
libertad.
Igual que un ilusionista nos engaña con sus
trucos de magia, jugando con los límites de la percepción de nuestro cerebro y
haciéndonos creer ver lo que en realidad no es, nuestro cerebro nos engaña
creándonos una ilusión de libertad que no es real.
Libre albedrío y religión.
Un problema que se deriva de la falta
real de libre albedrío es que choca
frontalmente con muchas religiones en las que no todo está predestinado o
determinado.
Estas
religiones se fundamentan en primer lugar en el libre albedrío del ser humano
para elegir entre el bien y el mal, o lo que estas religiones entienden por
bien y mal. Por el contrario ya hemos dicho que uno puede elegir libremente con
su voluntad hacer daño a otros seres o bien realizar un determinado
comportamiento que pudiera no estar admitido por esas creencias o religión.
Pero una persona no elige en el fondo ser un "malvado" al que le
gusta hacer daño o tener una determinada personalidad o forma de ser, que es lo
que a fin de cuentas le llevará en consecuencia a elegir ese comportamiento y
hacer ese mal. En segundo lugar en el concepto de pecado y culpa por el
mal uso de ese libre albedrío. En tercer lugar en un sistema de recompensas
(premios) y castigos unidos a la idea de justicia divina universal.
Si
en realidad la libertad y el libre
albedrío en su sentido profundo no existen, la doctrina de estas religiones
pierde en gran parte su sentido. De nuevo la filosofía y la ciencia, y como en
una brillante partida de ajedrez, ponen en jaque a la religión.
Y volviendo al tema de la moral desde un punto de vista más humano. Si no hay verdadera libertad ¿deberíamos entonces castigar a los "culpables"? Podemos considerar que sí. Ya hemos comentado anteriormente que, a pesar de esta falta de libertad, los seres humanos podemos tener la capacidad de "elegir" lo que queremos según nuestra voluntad, y por tanto tener mayor o menor grado de responsabilidad.
Si no creemos en el libre albedrío no tiene sentido hablar de
"culpa" sino de responsabilidad. Además el castigo
facilita la convivencia social, ya que aparta a los
transgresores del resto de la sociedad y sirve de ejemplo para disuadir de
conductas similares al resto de ciudadanos.
¿Y en que nos puede afectar saber que no tenemos libre albedrío? Si vemos a los demás o a nosotros mismos como producto de las circunstancias obtendremos beneficios psicológicos. Podremos ser más comprensivos con los actos de los demás y menos rencorosos o culpabilizarnos menos, o comprender mejor a los demás y a nosotros mismos. Entenderemos que si nosotros estuviéramos condicionados exactamente por las mismas circunstancias (misma genética y mismo ambiente) que cualquier otro ser humano haríamos exactamente lo mismo en las mismas situaciones.
No sentirnos libres
o no considerarnos culpables no implica tener menos moralidad. Al saber que somos o podemos ser responsables de nuestros
actos, nuestros sentimientos nos harán
sentir remordimientos por lo que consideremos que no es ético (sólo los
psicópatas no sienten remordimientos, pero a ellos les da igual saber si deben
considerarse o no culpables pues carecen de estos sentimientos).
Usando
una metáfora podemos ver la libertad y la vida como una obra de teatro,
una película o un sueño o ilusión. La vida como un sueño es una concepción
muy antigua en muchas culturas y un tópico literario.
“La vida es
sueño” es una obra de teatro de Pedro Calderón de la Barca, en la cual el
tema central es la libertad del ser humano para configurar su vida sin dejarse
llevar por un supuesto destino. La imagen de la vida
humana como teatro es una imagen existente desde la antigüedad en la filosofía
y en la literatura. “El gran teatro del mundo” es otra obra de Calderón que representa
la vida humana como un gran teatro donde cada persona representa un papel. La
vida como una película podemos entenderla como una proyección o realidad
virtual creada por nuestro cerebro, que nos montamos a partir de lo que percibimos con nuestros sentidos o de nuestras creencias o sentimientos personales.
Si hacemos un símil entre el teatro y el contenido de este
artículo: la obra o representación teatral sería nuestra propia vida. El
escenario donde se representa la obra sería el medio ambiente y la sociedad en
la cual vivimos. Los distintos decorados de la obra serían las distintas
circunstancias del medio ambiente o entorno donde vivimos, las cuales van
cambiando según se cambia de escena y avanza la obra (o sea según va pasando
nuestra vida). El guión sería el programa que nos dirige, en gran parte
inconsciente, (condicionado o determinado por nuestros genes y nuestro
ambiente). El programa va formando nuestras capacidades y nuestra personalidad
(siempre cambiantes) y nos impulsa a actuar. Los actores serían nuestras
distintas actuaciones o comportamientos. Cada actor sigue un papel o personaje
distinto en la obra, dependiendo de los rasgos (características) del personaje
(que serían los rasgos de nuestra personalidad) y de los distintos
decorados (que como hemos dicho serían las distintas circunstancias del
ambiente). Pero no somos simples marionetas movidas por los cables de un
titiritero, ya que los personajes tienen vida propia. El guión va
variando según las experiencias de los distintos actores.
En el teatro habitualmente, como parte de la ficción, los actores
llevan caretas, máscaras y todo tipo de disfraces con vistosos trajes, maquillajes, pelucas, etc.
Igualmente nosotros en nuestra vida nos ponemos “caretas y máscaras” ante los
demás miembros de la sociedad, y así querer parecer, fingir o aparentar ser
otro personaje u ocultar nuestro verdadero personaje y ser lo que no somos. A
veces nos ponemos caretas a nosotros mismos, nos engañamos a nosotros mismos,
en gran parte de forma inconsciente. En el psicoanálisis a tales caretas se les
llama "mecanismos de defensa" (ya que no queremos aceptar una parte
de nosotros que no nos gusta y queremos reprimir). Mientras más nos reprimamos,
menos humildes seamos, menos nos aceptemos a nosotros mismos o más complejos
tengamos más caretas nos pondremos. También, como los personajes de la obra de
teatro, nos “disfrazamos” ante los demás aparentando ser mejores o que somos de
otro modo (y no sólo nos disfrazamos de una forma material llevando un
determinado traje o forma de vestir, o mostrando la posesión de un determinado
bien). Pensamos que así mejoraremos nuestra imagen (que en el fondo es una
forma de autodefensa) y seremos mejor aceptados por los demás o el grupo social
donde queramos integrarnos. Vivir de la falsedad de la apariencia y de la
imagen, al igual que a los personajes de una representación, nos puede producir
beneficios materiales o psicológicos de todo tipo. Además mientras más desigual
sea una sociedad más disfraces habrá. ¡Cuánta hipocresía y falsedad hay!
El director de obra es nuestra voluntad consciente, que decide y
nos hace responsables sobre la actuación de los actores. El espectador es
nuestro “yo” que observa la representación y se identifica con los distintos
actores como partes de si mismo, metiéndose de lleno en los papeles que
representan (idea ésta fundamental en la filosofía oriental). Es algo parecido
a cuando nos quedamos absortos en el teatro o el cine, nos identificamos con el
papel de los actores y nos metemos de lleno en la obra o película. Nuestra vida
puede ser una comedia o farsa, un drama o una tragedia según nuestros
pensamientos o bien según las emociones o sentimientos que nos motiven, según
los deseos, apetitos, estados de ánimo o circunstancias del momento. Nos
creemos libres porque somos los directores de la obra, pero en el fondo no lo
somos porque no hacemos más que seguir el guión que nosotros nunca elegimos.
La
libertad como la vida misma es un sueño, una obra de teatro, una película de
cine, una realidad virtual, un espejismo, una pura contradicción, una ilusión
de nuestra mente donde como en una actuación de un mago o ilusionista no está
bien claro que es real y que es engaño, truco o ilusión. Y si esto es así y
tienen razón tantos filósofos y genios de la literatura ¿no será la vida misma
una locura colectiva, un delirio o alucinación compartida, un encantamiento, algún
producto de nuestra imaginación, un juego de sombras, un sueño del que no podemos despertar? La
psiquiatría y la psicología definen a la verdadera locura (la psicosis)
como un estado mental descrito como una
escisión o pérdida de contacto con la realidad, una situación de enfermedad
mental que presenta un desvío en el juicio de realidad y está acompañada de
diversos síntomas. Podríamos decir que el cuerdo vive en el mismo sueño
colectivo en el que vivimos todos, mientras que el loco verdadero además se
construye y se cree sus propias fantasías más allá de los hechos y de la
realidad de este mundo.
Al final como siempre --frente a la
oscuridad y las sombras de las creencias y las supersticiones-- he pretendido
mostrar como con la luz de la razón y la ciencia y con el conocimiento de
nosotros mismos y porque actuamos se ilumina la sala de espectáculos, y
así la luz nos hacer ver cada vez con más claridad la realidad de este teatro
de ilusión y ficción que es la vida. Se cierra el telón, fin de esta obra, les
espero hasta la siguiente representación (en mi próximo artículo). Y ahora si
les parece bien pueden aplaudir, pero humildemente háganlo sólo si esta obra se
lo merece, pues ya hemos hablado hoy que en nuestra vida hay demasiados
engaños y falsedades como para acabar con uno más.
Querido lector, le
agradezco mucho su paciente lectura, especialmente si han llegado al final de
esta obra. Espero que este artículo le haya gustado, sido útil y su
lectura haya sido clara y amena. También espero que pueda haberle despertado su
curiosidad o inquietudes, le haya hecho reflexionar sobre un tema de tanto
interés como es nuestra libertad y se haya visto reflejado a si mismo en este
artículo como en un espejo. Si ha sido así me doy mas que por satisfecho, y
espero tus comentarios y críticas y que le recomiende la lectura de la misma a
quienes crea pueda interesarles.
Baruch Spinoza (Filósofo): “Los hombres se equivocan si se creen
libres; su opinión está hecha de la consciencia de sus propias acciones y de la
ignorancia de las causas que las determinan”.
Albert Einstein (Físico), citando a
Schopenhauer (Filósofo): "Schopenhauer dice que un humano puede hacer
muy bien lo que quiera, pero no puede querer lo que quiere, me acompaña en
todas las circunstancias de mi vida y me reconcilia con las acciones de los
humanos, aún cuando son muy estresantes."
Wolfgang Prinz (Psicólogo cognitivo): “No hacemos lo que queremos, sino que
queremos lo que hacemos”.
Calderón de la Barca (escritor), extraído
de su obra “La vida es sueño”:
“¿Qué
es la vida? Un frenesí.
¿Qué
es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.”
Estoy de acuerdo con tus ideas, aunque me parece que el uso de conceptos como ser buena o mala persona o algunos otros que utilizas al comienzo del artículo me parecen un poco vagos. De cualquier manera, creo que las citas que utilizas al final son muy acertadas. El tema es para mí el más importante de la ciencia y la filosofía del presente siglo, por las consecuencias que tienen sobre la responsabilidad moral y la justicia. En fin, creo que te pueden interesar algunos capítulos de mi libro "Tiempo, memoria y libre albedrío" que se puede conseguir a un precio asequible desde mi blog. Un saludo
ResponderEliminarGracias por tus comentarios y alagos Miguel y tu sugerencia del libro. He hecho pequeñas modificaciones sobre el concepto de mala persona. Sobre los del comienzo del artículo no se a cuales te refieres. Saludos
Eliminarme refería a los que tienes marcados en negrita al referirte a las diferencias entre un robot y un humano. Deseos, pensamientos,sentimientos, emociones, voluntad, conciencia....se pueden definir de varias formas. Creo que son temas delicados que requieren mayor precisión a la hora de abordarlos. De todas formas seguiremos debatiendo sobre estos temas. Seguiré tu blog, ya que veo que es la primera entrada. Un saludo
EliminarGracias por tu comentario. La clave creo que es la consciencia que procede del "sentir". Por ejemplo un robot podría pensar pero no pensar en el sentido de pensar conscientemente o no podría sentir dolor o placer.
EliminarEfectivamente tales términos se pueden definir o entender de distinta forma. He hecho modificaciones en el texto intentando ser más preciso.
EliminarGracias, Rafael, y Miquel.... Me lo he copiado para el libro electrónico, porque esto es buenísimo pero aquí no se puede leer.
ResponderEliminarDecía Sartre ¿o Camus? que el único asunto relevante era el del suicidio, pero les faltó hilar más fino. El más relevante es el del L. A. Aunque, hurgando en esto... ¿somos libres al interesarnos por el L. A.? Gracias, abrazos.